Tradicionalmente se han dividido las ramas de la actividad económica en tres sectores: el sector primario, el secundario y el terciario.

Actualmente la mayoría de las economías desarrolladas tienen unas economías en las que el sector servicios o terciario suponen la mayor parte de su producto interior bruto, quedando el sector primario relegado cada vez más a un porcentaje cada vez menor del PIB.
El sector secundario o sector industrial se mantiene como un sector clave en la economía global aunque los centros de producción industrial han sufrido un cambio de ubicación en términos generales, desplazándose desde Europa y Estados Unidos hacia Asia y fundamentalmente a China que es considerada como la fábrica del mundo.
Historia de la Industria desde sus orígenes
Aunque el sector industrial ha perdido gran parte de su importancia a nivel económica en Europa y América del Norte, no debemos olvidar que los orígenes de la industria datan de Europa y la cuna de la llamada revolución fue Gran Bretaña.
La industria es aquella actividad económica en la que, a partir de unas materias primas que pueden ser productos obtenidos directamente de la naturaleza u otro tipo de productos ya elaborados, se transforman en productos que tienen un valor para el consumidor final o que van encaminados a resolver una necesidad de las personas.
En este sentido, se puede considerar que la industria existe desde casi los comienzos de la humanidad puesto que ya los primeros artesanos producían herramientas, armas o vestimentas a partir de elementos de la naturaleza a los cuales aplicaban diversas técnicas y procesos para conseguir el producto definitivo.
Esta forma de producción, en pequeños talleres y con un bajo nivel de especialización se mantuvo prácticamente inmutable durante gran parte de la historia de la humanidad.
Es por ello por lo que debemos considerar como los verdaderos antecedentes de la industria a los avances que surgieron en Europa y fundamentalmente en Inglaterra durante finales del siglo XVIII y comienzos del XIX.
El perfeccionamiento por parte de James Watt de la máquina de vapor supuso un hito que cambiaría la historia de la humanidad como ningún otro lo ha tenido en la historia.
Se consiguió aprovechar la potencia calorífica de los combustibles fósiles para conseguir avances muy significativos en el transporte y en la producción de bienes y servicios.
La industria tal y como la conocemos hoy en día, nació en aquella época. Esos descubrimientos permitieron utilizar materias primas que estaban muy alejadas de los centros de producción gracias al ferrocarril.
Implicaciones de la revolución industrial en el desarrollo de las ciudades
Así mismo se consiguió enviar la producción de las industrias a lugares donde antes hubiera sido impensable llegar. El mercado de los productos elaborados creció al mismo ritmo que lo hizo la población de las ciudades, ávidas de mano de obra necesarias para trabajar en las múltiples fábricas que empezaron a crearse por doquier en Europa.
Los nuevos requerimientos de las fábricas necesitaban de personal más especializado y esto junto con la producción en cadena hizo que la productividad y eficiencia de las fábricas creciese a niveles exponenciales.
La evolución de la industria hasta nuestros días ha sido imparable aunque ahora los centros de producción se han desplazado hacia Asia buscando costes de producción más contenidos fundamentalmente por la existencia allí de una mano de obra barata y abundante.